De la serie Dramaturgia de las piedras

 

Despertamos de cualquier pesadilla.
Bostezamos con murmullos los temores.
Luego rutina de café y cualquier bocadillo mañanero.
Cigarrillo y humo en la continuación del día.
Repasamos balas al revolver. Y no por precaución.
Nos iniciamos cada día en el sexo o la gasolina,
en la guerra al Poder y las lecturas.
Emprendemos campañas a base de discusiones filosóficas.
Nos sacrificamos por los hijos, besamos
otras bocas.
Hacemos uso del coraje sobre todo para disfrutar
el placer de disentir.
Abogamos por el individuo. Nos estremecemos
en orgasmos, mentiras, abrazos, confidencias.
Y somos minuciosamente Yo.
Entregamos alma. Juramos amor. Acudimos
a la TV, a pastillas contra dolor y temblores.
Al antibiótico lo visitamos en botiquines.
A la carne de res a veces en los restoranes.
Al tiempo, la prisa y las impuntualidades, la observamos en las manecillas del reloj,
A la verdad sin tapujos, le concedemos culto.
En ocasiones también al absurdo y la insensatez, a disfraz y antifaz.
De nuevo café humeante. Mañanas en los programas, con tazas hirvientes de deliciosas energías. Luego tanda novedosa de suspiros.
Contemplamos por las ventanas,
Desplegamos el brazo, bromeamos risueños
con los vecinos.
Sin falta nos dejamos atrapar un instante
por el intenso color del cielo.
Para mantenernos actuales apelamos
a tretas. Sin fatiga auxiliamos el paso con antiguas y hábiles argucias.
A fin de perseverarnos otro segundo emprendores y vivos.

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