DRAMATURGIA DE LA PIEDRA

A lo hondo del mundo, reinician
su quehacer las piedras a diario. Ni suspiran para despertar.
Cabezas intactas abren ojos, no miran,
ven y padecen sin mirar y sin cuerpo
que sanar. Miran adentro, requetescondidas en soledad. Opacas, sin aspavientos inmóviles o abismo trasegado por vértigos. Ni despiertan para suspirar.

Masa insondable, luz y crepúsculo censu-rados entre sí. Intrínsecas sombras
de ellas mismas. No presienten ramas
o cuellos. Ni sujetan tobillos a los dedos.
Ni roces del torbellino continuo de no ser, de enlutar sin percibir luz ni sombra
bajo ningún labio, astro o astrolabio.

No necesitan ojos para resucitar.
Ni alma para ser duras de sentimientos.
Ni ceguera para retornar a la penumbra.

Talentos suyos permanecen indemnes e indestructibles, gozando eternidad de se-gunda mano. Sin infinitud.
Contraen espinazo sin mover músculo
durante caídas y rebotes.
Sin perder prestigio, diana, sudor, tamaño o hueco en el paisaje.

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