Por estos días México celebra el 85 aniversario de Eduardo Lizalde. He leído que es uno de los emblemas de la poesía mexicana; algunos aseguran que el más importante poeta vivo… Perdonen que soy una pobre ignorante, y antes de venir a este país, no había leído jamás a Lizalde, como tampoco a otros poetas. Así que no me atrevo a emitir juicios comparativos, y no hace falta.
Hoy es para mí un día triste. Una vez más debo arrastrar al destino y despedir a grandes amigos, que siguen sus propios y auténticos senderos. Eso me llena de rabia, de coraje, de encabronamiento y de infinita tristeza. Se mezclan estos sentimientos con una noble derrota y cierta insípida alegría de saber que estarán bien y donde quiera que anden, nos seguiremos queriendo. La tristeza es por mí, no por ellos, lo confieso. El mundo se sigue poblando de amigos a los que visitar, a los que extrañar, y yo, desde mi silla solitaria, me refugio en la poesía (hoy en la de Lizalde), y les dedico a ellos mis mejores lágrimas, a falta de palabras nuevas que decir.
Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses…
Eduardo Lizalde
Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;
que se pierda
tanto increíble amor.
Que nada quede, amigos,
de esos mares de amor,
de estas verduras pobres de las eras
que las vacas devoran
lamiendo el otro lado del césped,
lanzando a nuestros pastos
las manadas de hidras y langostas
de sus lenguas calientes.
Como si el verde pasto celestial,
el mismo océano, salado como arenque,
hirvieran.
Que tanto y tanto amor
y tanto vuelo entre unos cuerpos
al abordaje apenas de su lecho, se desplome.
Que una sola munición de estaño luminoso,
una bala pequeña,
un perdigón inocuo para un pato,
derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
y desgarre el cielo con sus plumas.
Que el oro mismo estalle sin motivo.
Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
se destroce.
Que tanto y tanto, una vez más, y tanto,
tanto imposible amor inexpresable,
nos vuelva tontos, monos sin sentido.
Que tanto amor queme sus naves
antes de llegar a tierra.
Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
niños, animales domésticos, señores,
lo que duele.
Esto me recuerda aquella cancion que canto genialmente Alberto Cortez… Cuando un amigo se va. Claro, no se van del todo pero…
“cuando un amigo se va
queda un tizón encendido
que no se puede apagar
ni con las aguas de un río”
A mí esa canción me recuerda un momento mágico… En mayo cuando llegué a La Habana recibí la noticia de la muerte de Juan Formel. En el homenaje que le hizo su orquesta, Los Van Van, en la Tribuna, Robertón interpretó “Cuando un amigo se va” en la trompeta, en su honor. Mientras tocaba, las lágrimas le corrían.
Muchas gracias Gaby, es muy bonito, me apena que te hayamos provocado un dolor; pero me regocija pensar que nació de ello un pedazo de creación. Siempre estaremos para ti, donde quiera que nos lleve este mundo. ¡¡¡Animo María Silvia¡¡¡