Por quién vuelan las cigüeñas

Puerta de Madrid, Alcalá de Henares
Puerta de Madrid, Alcalá de Henares

Fotos: Gabriela Guerra Rey

Hace apenas unas horas tomé un autobús rumbo a un aeropuerto hasta entonces desconocido, el Barajas de Madrid, y remonté vuelo en un avión que me trajo de vuelta a París. En todas las semanas que he pasado aquí nunca vi una cigüeña, desdiciendo aquel mito romántico de que a ellas se les encargan los niños, desde esta ciudad transparente.

Hace apenas dos semanas yo encontraba, o más bien reencontraba, a muchos amigos despedidos años atrás. Cuando en Cuba decimos adiós, la mayoría de las veces tememos que sea para siempre, aunque siempre decimos hasta pronto. Estos reencuentros convirtieron los viejos “hasta prontos” en largos “hasta algún día”, porque ese día llegó.

La primera de mis citas fue con la Madre Patria de mis ancestros; una tierra a la que nunca pertenecí, pero de la cual me sentí parte no más mi gran amiga de la preparatoria, Yudet, me gritó desde el otro lado de la barda en el Prat de Barcelona: “Gabi”, y me hizo un gesto, con las manos abiertas, de que me estaba esperando. Hay guiños que borran de un plumazo cualquier duda acumulada en los años de separación. Cuando la Yuyu –como le decíamos a los 15 años y le seguimos diciendo ahora- me hizo ese movimiento de brazos, yo supe que nada había cambiado. Camino a casa barrimos los temas más importantes y urgentes, y en la semana subsecuente sostuvimos una charla ininterrumpida que nos puso al día de los últimos siete años de no vernos, en que su vida y mi vida cambiaron tanto. Rememoramos las viejas anécdotas compartidas; actualizamos datos, fechas, instantes, amigos comunes, conocidos, y desentrañamos juntas la gran madeja de hilarachas que ha sido nuestro destino de emigrantes. Muy pronto pude comprobar que mi primera impresión en el aeropuerto barcelonés no estaba errada; ella seguía siendo la misma amiga, yo seguía siendo igual, aunque el tiempo nos había convertido en otras mujeres muy diferentes a las de aquella adolescencia tardía.

Unos días después nos abrazamos y volvimos a decir hasta pronto. Subí a un autobús que me llevó por las tierras de Don Quijote, hasta llegar al lugar donde nació su creador, Alcalá de Henares. Allí me esperaba Cervantes, me esperaba Minerva, una vieja y grande amiga de mi madre, y me esperaban las cigüeñas.

Alcalá es una ciudad preciosa, que bebe de numerosas tradiciones históricas y culturales, desde romanos y árabes hasta las grandes letras de los escritores españoles que pasaron por su magnífica universidad. Las mejores tapas, las buenas cañas, los espacios sagrados, la historia vívida, los inmensos nidos de cigüeñas empollando en lo alto de sus torres, palacios y monasterios… eso es Alcalá de Henares. En una fachada de una pequeña sala -hoy de exposiciones- yace la tarja que cuenta aquel primer encuentro entre Cristóbal Colón y los Reyes Católicos, que precedió los viajes del Almirante a América y el descubrimiento del Nuevo Mundo. Unos pocos años después el genovés llegaría a suelo cubano para pronunciar la frase que llevamos los antillanos en el bolsillo a fin de exhibirla a la menor oportunidad (esta es una de esas): “Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos vieran”.

Varios días pasé en Alcalá de Henares, con Minerva y su familia, que me acogió como si fuera de la casa y de siempre. Caminé hasta la última de sus calles –es solo una mala metáfora- y comí los más exquisitos platillos españoles que un aragonés, entusiasmado de tener con quien compartir arte e historia, hizo para mí a lo largo de una semana. También algunos días de esta estancia los pasé en Madrid, donde abracé a más amigos, pero esos paseos los dejo para una próxima crónica -como los caminos de Barcelona-, porque tanto sueño no cabe en estas precarias líneas.

Ayer, cuando la familia anfitriona me dijo “hasta prontos” apresurados a la puerta del autobús que me llevaría al aeropuerto, una de esas decenas de cigüeñas que habitan las cúpulas de las catedrales de Alcalá atravesó el cielo del amanecer, y yo sentí que todas las cigüeñas que no van de París a ninguna parte cargadas de recién nacidos, volaban en Alcalá de Henares, y este viernes de finales de mayo volaban por mí.

Las cigueñas
Las cigueñas

 

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Yanet
May 31, 2015 10:49 am

Vaya! volví a vivir esas horas que pasamos juntos en Alcalá de Henares, fue un lujo conocerla y compartir tan bonitos momentos contigo jeje… Gracias Gabi 😉

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MARGARITA
May 31, 2015 11:22 am

HIJITA ES BELLO ESTE ARTICULO Y EL RENCUENTRO CON LAS VIEJAS AMISTADES. ME ALEGRO MUCHO QUE ALLAS TENIDO ESA OPORTUNIDAD Y VRINDARLE A TU AMIGA TU HOSPITALIDAD Y CARIÑO

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Ivette Semanat
May 31, 2015 3:36 pm

Seguramente esas cigueñas seguirán inspirando crónicas tan lindas y tus amigos de Madrid (entre los que me incluyo)esperando otro momento de gloria para volver a abrazarte. Confío en que ésta vez el “hasta pronto” sea muy pero que muy corto mi gabucha.