Crónica de un maratón (CDMX, 28/ 08/ 2016)
Hace apenas un trienio escribí mi primera crónica de vida en México. La titulé: “A tres años de aterrizar en México, todas las nostalgias…”. Hoy, tres años después, y naturalizada mexicana, tengo muchas cosas nuevas que decir, para mi propia sorpresa.
La nostalgia pervive, pero en el tiempo ha cambiado de forma. Dejó de ser una enfermedad incurable para convertirse en un padecimiento que algún día podría, tal vez, quedar en el olvido. En cierto momento, sin que te des cuenta, deja de ser dolorosa para ser hermosa, amén de que toda persona lejos de sus raíces sentirá siempre determinadas ausencias y soledades.
Lo que me motiva hoy a escribir esta crónica, mi primera crónica de amor a México, seis años después de mi llegada, no es que ahora soy tan cubana como mexicana, o que en unos días llevaré el doble de tiempo en este país que cuando escribí aquellas líneas. Mi verdadera motivación es que hoy México me ha dado algo grande, y yo siento que por vez inaugural también le he dado algo: un maratón, 42 km y 195 metros nos regalamos el pasado fin de semana; el privilegio de correr por las calles de la que ahora es también mi ciudad, de llegar a su estadio olímpico, de alcanzar una meta –que representa muchas metas–, y salir tambaleante entre sus gradas con una medalla colgada al cuello.
Hay muchas historias de maratonistas… los que aspiramos a serlo, leemos y vemos todo lo que nos pasa por delante. En cada una de ellas alguien asegura que después de correr un maratón ya no es el mismo; que la experiencia te cambia la vida. Parece una verdad trillada, pero nada es manido cuando te das cuenta de que algo de verdad pudo transformarte.
Mi vida fue otra cuando decidí cargar una mochila al hombro, decir adiós al mar y a todos, y tomar un avión sin boleto de regreso. Nada podía haberme transmutado más. ¡Dejar todo lo que fuiste para no saber qué serás! No puedo saber cómo sería la Gabriela que se habría quedado en el 2010 en La Habana en lugar de emprender esta aventura. Pero conozco a la Gabriela de hoy, enamorada de la vida, plena, libre, y con nuevos derroteros capaces de volver a cambiar esta existencia, ahora más rica que nunca.
El maratón sin duda me cambió, pero no cuando llegué a la meta, sino desde el mismo instante en que empecé a correr y supe que quería seguir haciendo eso por mucho tiempo. Las más de cuatro horas de carrera del día de la competencia no son sino el colofón agotador y deseado de meses de entrenamientos, de gente buena ayudándote, de situaciones que, unas veces más fácil que otras, tienes que superar. Lo que te cambia es darte cuenta de que puedes dejar de estar atada a una reja invisible, de que los miedos no te pueden paralizar, sino que están ahí para vencerlos, de que prácticamente todo es posible, más si se trata de un acto lleno de amor, como es para mi correr.
El maratón me cambió la vida porque al atravesar la meta me sabía más fuerte, resistente, acaso sabia, y por si fuera poco, querida y apoyada por amigos que encontré en alguna vereda que ahora es cruce de mis días.
Al correr, muchas sorpresas encontré en el camino: el ejemplo de mis viejos, con la voluntad de acero de mi madre y su ternura infinita; un grupo de atletas dispuestos a darlo todo en cada carrera, en cada reto, como modelo que me ayudó a seguir a diario; un coach y amigo que además de planes de entrenamiento y alimentación, me infundió lo que más necesitaba: confianza. Finalmente, encontré solidaridad, cariño y amor en algunas personas muy cercanas y en otras que fueron llegando de a poco, como un cataclismo lento que precede a la mejor de las eras. Entonces, me sobran las razones para escribir estas líneas, para decir que sí, que al vencer el último kilómetro de una larga carrera, yo era otra, al tiempo fusionada con miles de corredores por lo más esencial, la construcción de incontables nuevos sueños.
Gaby, muchas felicidades, qué bueno leerte y saber que México te ha dado cosas maravillosas. Espero verte muy pronto querida amiga. Bss
Felicidades Gabriel Hermosa,
Gabriel de Regla,
de Santa Clara,
de Manicaragua,
Gabriela Chilanga,
Gabriela Solidaria.
Después de un maratón comprendemos que la vida es tan rápida que en 4 horas o 42 kilómetros, tenemos un encuentro con nuestro yo y hacemos un repaso de cada instante, deteniéndonos en historias que han marcado nuestro presente, todos y todo pasa en ese momento… y comenzamos a sentir el cambio, algo pasó que ya no pensamos igual, sabemos que los sueños se idealizan y se construyen con trabajo duro, disciplina, corazón, pasión, trabajo en equipo y sobre todo con amor.
Poco a poco nos reencontramos y nos reinventamos y damos paso al cambio de un estadio ordinario a otro extraordinario volviéndose el motor de cada objetivo.
En Fnc sabemos que en equipo siempre es mejor, en equipo se trabaja para alcanzar los objetivos particulares, para ayudar a crecer, para reconocer e impulsar; en equipo nos divertimos y festejamos, porque el logro de cada uno es el logro del TEAM, así nos sentimos y así lo asumimos!!!!
Muchas felicidades por alcanzar tus sueños!!!!
Me encantó tu crónica. Pero eso no es nada nuevo . Te sigo y te admiro desde siempre . Mercedes
Gabucha linda, que placer es siempre leerte. Estoy feliz por esas metas alcanzadas y por esos incontables sueños que merecen sin duda una y mil crónicas de amor. Te quiero y te abrazo desde Madrid.
Gabi eres bella ;)!
Tienes la capacidad de transportarnos con tus letras y experiencias. Nos alegramos montón de todo lo lindo que te ha pasado y lo que has logrado superar en estos años. T queremos
El cataclismo lento, la ascensión certera. Que sigas construyendo sueños.