Breve colección de poemas: Alejandro Carro

AGUACATE SIN SEMILLA

Recuerdo cuando eras eterna,

cuando no podías mirar por más de seis minutos un puñado de soledad para no subir de peso.

Te pienso cuando eras bella,

cuando tu piel tenía la textura de lo infinito;

entonces no debías escuchar el sonido de lentejas cayendo

porque de lo contrario sacarías de quicio a las básculas con el aroma de la gordura.

Recuerdo tu alma aquella tarde que fue etérea;

en esos tiempos te enfurecía aspirar el sonido del crepúsculo

porque entonces la cinta métrica te castigaría y los látigos se negarían a medir tu cintura.

Te rememoro cuando sólo podías tocar el olor de las frutas una vez cada quince días

porque si no el espejo se rehusaría a transmitir en alta definición

la imagen que le mandabas desde lo más profundo de tu cerebro.

Te evoco repartiendo volantes donde anunciabas los secretos desnudos de tu privacidad

a cambio de que tu espalda jamás perdiera las alas que le crecieron en la adolescencia.

Te veo cuando sólo deseabas alimentarte de electricidad

porque era de las pocas cosas que no aportaban calorías pero cuyo tacto te resultaba insípido.

Te miro infinita como la noche,

lejana como lo que está cerca,

eterna en tu muerte muda, pétrea, inanimada que da escalofrío

pasar frente a la puerta de tu sepultura

de donde de vez en cuando sales para recordarme los detalles de tus dietas.

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5 VS. 2

A veces llueve dentro de mí

y es una lluvia que se escurre hasta la última de mis tuberías,

una lluvia que gotea en todas mis llaves.

Si llueve afuera el frío me despierta de la esclerosis laboral,

de esta vida de costumbres de oficina.

A veces desearía que Dios hubiera terminado de construirme,

que me hubiera puesto piel ahí donde se me miran los ladrillos.

A veces quisiera estar hecho de tronco y no cemento,

quisiera ver más bosque y menos avenidas.

Qué tristeza da saber que son siempre cinco contra dos;

¿por qué no cuatro contra tres y que todos en el mundo pudieran ser felices?

Cómo odio a los fumadores cuyas ansias se meten por mis rendijas y me irritan la ventilación.

El humo de su aburrimiento enfermará de cáncer mis paredes y manchará de amarillo mis ventanas

cuyas pupilas ven rodar todos los días la soledad.

Y siempre cinco contra dos, dos solamente que no pueden defenderse;

aunque esos dos sean tan brillantes como la luna cuando estaba nueva y tenía todos sus watts,

todo el tiempo serán vencidos por la insidia de los cinco.

Si por lo menos dentro de mí habitara una mujer,

si por lo menos me alumbrara sólo un poco de belleza,

si en mí brillara algo de música que pintara mis paredes descarnadas

y borrara la publicidad en la poesía.

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DE LA MATERIA DEL AMOR

A Érika Rocío

Recuerdo cuando flotabas en mi alma

que te arrullaba como una laguna antes de que se sumergiera el sol.

En ese momento qué fácil era tomar una nube,

sacarla del agua y sentir cómo su carne se endurecía.

Qué sencillo resultaba entonces echar una barca al crepúsculo

y en sus ondas doradas tomar tu amor

que un rayo de luz despeinaba.

La voz de tu corazón hacía nido en mi mano

y era tan ligera como el latido del viento en tu cabellera.

Por las noches pienso que volveré a vivir esas tardes,

antes de que tu recuerdo se ponga duro como una nube fuera del agua,

cuando vuelves a flotar en mis sueños como cuando tu amor se hacía humo en mi alma.

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