Chupo del árbol de la vida.

Días, algunos, son demasiado claros y fulminan-

tes, como mil hogueras. Me adhiero a  sombras

y tinieblas, a paredes y cañerías. Al musgo

y las piedras que resbalan.

Vivo del placer de colgar y contemplar.

En el calor y la penumbra de las habitaciones.

En ramas de árboles y en aspas  de molinos.

Duermo agarrotado en el mamey y el aguacate:

devoro la futura fragancia de los frutos.

Cuando el día fulminante ordena dormir: regreso

en rebaño a mis antros. Soy lámpara apagada

que pende de la noche. Sin ser incandescente,

el antro me ve y aplaude cuando llego digerir.

Insectos luminosos  me devuelve energías y

entretanto mi destello oscuro siembra su pánico en la noche.

 

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