AEROPUERTOS Y SOCIALISMO EN CUBA

Despedir es una costumbre, un rito, un sentimiento. Una forma de solidaridad. Y un asunto casi sagrado. En particular aquí en Cuba desde hace medio siglo.

Ignoro cómo en el Aeropuerto Internacional José Martí, es decir, por parte de sus dirigentes administrativos, se llegaron a adoptar medidas efectivas y absurdas para impedir el acceso de acompañantes a personas que se disponen a viajar al mundo por cualquiera de los motivos posibles.

La Terminal 3 es, entre todas las terminales y aeropuertos cubanos, donde fue más visible el asunto de esa nueva prohibición, es un paradigma de qué no se debe hacer nunca y cómo no se debe ni podría construir una sociedad de justicia que alguien luego llamara socialista.

Se podría conjeturar, POR EJEMPLO, que la decisión fue el resultado de una mayor descentralización, por los cambios o actualizaciones que ocurren en el país. ¿Antes una medida similar debía ser consultada con el NIVEL SUPERIOR y ahora no?

O no, la medida fue autorizada o consultada con niveles superiores. O peor, la medida fue bajada del nivel superior y acatada con la disciplina de costumbre.

Seguirían otras interrogantes. ¿Es posible adoptar tales medidas en un aeropuerto que precisamente lleva el nombre de JOSE MARTI? ¿En el aeropuerto más importante de Cuba y por donde llega el mayor volumen de pasajeros del exterior, tanto extranjeros como cubanos a la patria del apóstol de la independencia?

¿Dónde estaban el sentido común y el tacto políticos, tan famosos en décadas pasadas, a la hora de decidir la interdicción y dejar que el público, viajeros y acompañantes, se enteraran del suceso cuando llegaran a las terminales?

¿Cómo queda la burocracia y cómo queda la prensa cubana?

¿Se pensó que todo se estancaría ahí, sin comentarios, acostumbrados como estamos ya a prohibiciones, no información y a permanecer con la boca entrecerrada porque no hay sitios ni ocasión para estas quejas y explicaciones imprescindibles a la población, al pueblo, al ciudadano, a quienes reciben servicios del Estado un día y otro día y un año y el siguiente?

En este de mes de julio pasado, tuve necesidad de ir al aeropuerto y a la ya célebre Terminal 3, por cinco sonadas ocasiones. Tres para recibir visitantes y dos para despedir. Algunas veces por el día y dos por la madrugada.

Al aeropuerto siempre o generalmente se va en auto. El auto debe ir al parqueo, pero en el parqueo no hay luces, sino total oscuridad. A pesar de que hay que pagar para estacionarse allí a cualquier hora. Comprobé de inmediato que era el sitio ideal para:

Uno) hacer las necesidades fisiológicas, porque los baños quedaron represados dentro, donde entonces solo tenían acceso los viajeros.

Dos) un asalto impensado, porque tampoco existe vigilancia, en cuanto se corra la voz de que no hay luz ni guardias visibles en ninguna parte.

Tres) que si tienen algún inconveniente con el auto, por ejemplo que no arranca al regreso, no hay a quien pedir ayuda. Así nos ocurrió en una oportunidad. Y si vas hasta la terminal, a unos 200 metros de distancia, donde hay luces, nadie, ni policías ni trabajadores están dispuestos allí para echar una mano u ofrecer cualquier tipo de solución.

Alguien en idéntica situación, compartiendo conmigo un instante de su tiempo, comentó cáustico y risueño:

–Antes el peso cubano, con el retrato de Martí, no tenía acceso a las tiendas de divisas, ahora es el acompañante cubano quien no tiene cabida en el aeropuerto José Martí. ¿Qué le pasa a la gente con José Martí?

Yo agregué inspirado y no tan risueño:

-Es que, amigo, quien sale del país, por cualquier motivo, merece todo el respeto. Ya sea extranjero o cubano. Y quien se queda, también por cualquier motivo, merece todo el respeto. Es que nos falta respeto, incluso por nosotros mismos. Hemos perdido valor en la propia patria.

Siguieron otras conversaciones al respecto, pero es tema de otra crónica.

OCURRIERON MUCHAS COSAS

En esas 5 ocasiones de recibimientos y despedidas, de mi familia y mías, tristes y afectuosas al mismo tiempo, ocurrieron muchas cosas.

El famoso argumento de la aglomeración allá dentro era incierto. Yo tomé el carrito de equipaje de mi hija y la acompañé a las antiguas e inolvidables áreas de espera. Nadie notó el disfraz porque con una maleta a cuesta todos somos iguales, posibles pasajeros.

Las áreas de espera, comprobé, habían pasado a convertirse en estepas refrigeradas y solitarias. Solo personas en fila para marcar pasajes y entregar bultos, quienes entonces no necesitaban silla para esperar. Entretanto las sillas o butacas no esperaban a nadie. Los pasajeros volvían afuera en cuanto podían, porque allí en el apartheid aguardaban sus seres queridos, más importantes que mucho espacio disponible o todo el aire acondicionado del mundo.

Allá afuera, a la intemperie de sol o luna, están los rostros que deseaban ver luego de mucho tiempo o que luego no volverán a ver en mucho tiempo. La ausencia es una trampa del corazón y merece los mejores tratos posibles.

Los 20 metros estándar de espacio, aquellos de que se hablaba en los periódicos, eran un argumento más, un embuste administrativo y seguramente burocrático. Una pauta inventada o quizás vigente en algunos grandes aeropuertos, donde las costumbres de despedir y recibir son muy diferentes a las cubanas.

En Cuba, despedir y recibir es una costumbre, un rito, un sentimiento. Una forma de solidaridad. En particular desde hace medio siglo a esta parte. Borrarlo de un plumazo es otro sinsentido y fallo importante de tacto político. Se llama idiosincrasia, cubanía, y no se cambia por decreto. Y es más importante que cualquier estándar.

En Cuba, creo, luego de esta experiencia, infausta por un lado, pero enriquecedora por otro, resulta necesario mostrar cara fea a la arbitrariedad administrativa o política, a las prohibiciones burocráticas, que casi siempre son adoptadas para comodidad de quienes prestan servicios, particularmente el Estado, que tantas veces muestra el rostro de la indiferencia o la prepotencia, y pone de lado al infeliz “usuario” desarmado de su capacidad de protestar.

Estos actos de infraternidad y arrogancia, amigos y camaradas, suceden a nombre del Socialismo. Pero Socialismo y Democracia son otras cosas bien distintas, aunque muchos hoy ya no quieran creerlo. Aquí, en este punto, podríamos volver a reflexionar acerca del tacto político, que parece se pierde como a veces en algunos males trances se extravía el alma.

Vi publicados, siempre en sitios alternativos, correos electrónicos o Internet, boletines donde resiste la ética de los valores y un mejor periodismo, denuncias muy firmes con respecto a la Terminal 3. Tales como las del cineasta Tabío, del politólogo Esteban Morales, del pintor César Leal, del periodista Félix Sautié y del historiador Rolando López del Amo. Seguro hubo otras.

El periódico Juventud Rebelde del sábado 4 de octubre, anuncia en su última página y en el espacio inferior, que YA PUEDEN ENTRAR LOS ACOMPAÑANTES A LA TERMINAL 3. La explicación, escueta, no es suficientemente sincera y carece de análisis, costumbre de una prensa que a menudo opta mejor por el disimulo que por la información.

¿Cómo queda la credibilidad, credibilidad de funcionarios y órganos de prensa, luego de este episodio que se suma a una lista?

Detrás del affaire de la Terminal 3 están tanto el burocratismo autoritario como el sentimiento (que poco a poco enraíza) de propietario monopolista con que se arropa el Estado. Dos fantasmas que hoy recorren la Nación.

Quienes dirigen en diferentes instancias o niveles (si aprendieron la lección) creo que ganaron a partir de ahora nuevas responsabilidades: RESPETO SIEMPRE A CIUDADANIA Y CIUDADANO. Utilizar sin falta buen juicio y tacto político. Y pensar que el dirigente administrativo o estatal, así como cualquier mortal, solo están de paso por la Tierra.

Prensa también adquiere misiones importantes adicionales. Informar en las buenas y en las malas. Y adoptar el bando de la población, porque los beneficios solo son reales cuando el beneficiado es el Pueblo.

Denuncia y protesta no murieron. Continúan vivas y alertas. Ahora más, por la victoria nada intrascendente obtenida en el escenario de batallas. Quienes arriesgan una opinión crítica le devuelven coraje y valor al ciudadano. Y le suman argumentos y espíritu de resistencia antes las arbitrariedades.

Decoro es un arma que recomendó Martí.

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Arturo García Caudillo
October 8, 2014 3:38 pm

Ahora entiendo el porqué de la desaparición de las cafeterías en la zona de espera. Primero creí que era por remodelación. También sacaron la CADECA, y la pusieron afuera de la Terminal. Lo de la falta de luz en el estacionamiento es algo de siempre. Jamás he visto luz en esa zona. Saludos.

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Elder
October 8, 2014 4:14 pm

RESUMEN NECESARIO Y URGENTE
Quienes arriesgan una opinión crítica le devuelven coraje y valor al ciudadano. Y le suman argumentos y espíritu de resistencia antes las arbitrariedades.
Decoro es un arma que recomendó Martí.

Member
Gabriela Guerra Rey
October 8, 2014 4:22 pm

Artur, afortunado tú que encontraste la CADECA, porque yo no. Suponía que por lógica debía estar en algún lugar, pero… lógica a esta hora?