Entre las tantas amenazas que trae al mundo animal el calentamiento del clima, los científicos estudiaron por vez primera lo que ocurrirá a los emblemáticos emperadores de la antártica en un mundo más cálido. Un día cualquiera del próximo siglo desaparecerán definitivamente acompañados de la congoja humana.
Investigadores del Instituto Oceanográfico de Woods Hole, Massachusetts, Estados Unidos, tras años de estudiar al pingüino emperador y los retos que enfrenta en un desierto helado que se derrite, informaron que una colonia de seis mil de esta especie majestuosa puede quedar reducida a 800 ejemplares antes del final de la centuria.
Lo más calamitoso es que, si el nivel de disminución es similar en el resto de la fría región que habitan, la especie completa irá a parar a la extinción, junto a tantas otras que ya desaparecieron para siempre de los predios terrenales.
El hielo es imprescindible para estas aves que protagonizan una epopeya sin precedentes a fin de lograr la supervivencia. La historia de su ciclo de reproducción es única en el planeta. Cada año recorre cientos de kilómetros de invierno y adversidades en el remoto e inhóspito continente.
Hace millones de años la Antártica gozaba de condiciones mucho más habitables. Con el deterioro climático unos animales emigraron, mientras otros desaparecían como especie. Pero el Emperador no solo persistió, sino que se adaptó, no sin algunos martirologios.
Muy pocas son en realidad los que se adaptaron a la región que circunda el Polo Sur y alberga, congelada, alrededor del 80% del agua dulce del planeta.
Allí, donde la tierra es más estable, ponen sus huevos los emperadores del hielo, en un acto de confianza hacia la naturaleza que hoy los desafía. Es ahí donde nacerán los polluelos mientras el mar, cuajado de alimentos, respira a cientos de kilómetros de distancia.
Como si no fuera suficiente la enorme carga que acarrean en sus siglos de supervivencia estos animales, (la adaptación obligatoria a las más hostiles condiciones, la marcha impenitente para reproducirse y alimentarse al mismo tiempo, y temperaturas de hasta menos 70 grados) ahora el drama humano del calentamiento los convierte en una novedad inesperada para unas pocas décadas.
Los pingüinos, del orden de los Sphenisciformes de la familia Spheniscidae, por su tenencia de plumas son aves marinas. La mayoría pesca en los líquidos de los océanos del hemisferio Sur. Sus cuerpos evolucionaron para adaptarse al duro ambiente al que pertenecen: las alas devenidas aletas, ajenas al vuelo por los aires, lo hacen en el agua, donde son reyes excéntricos del buceo.
Las plumas forman una estructura rígida por fuera del cuerpo, pero suave y abrigadora por dentro, a una densidad de 80 plumas por centímetro cuadrado en el caso del Emperador. Además, se une una gruesa capa de grasa almacenada bajo la piel. Esta última fue la causa de que muchos, en épocas pasadas, murieran a manos de balleneros y pescadores que ambicionaban extraer sus aceites y grasas.
Existen de 16 a 18 especies de pingüinos, según criterio de diferentes especialistas, aunque los científicos reconocen en el pasado la extinción de alrededor de unas 30 especies. El emperador es el más grande de ellos, y se dice que el más hermoso; además, el único con un ciclo reproductivo de tal complejidad. Habitan generalmente el hemisferio Sur, aunque solo el Emperador y el Adelia están restringidos al continente Antártico. El resto de las especies son subantárticos.
El pingüino Emperador científicamente denominado: Aptenodytes forsteri, alcanza hasta 1,40 metros de estatura y pesa alrededor de 30 kilogramos, llegando en ocasiones hasta los 40. En el periodo de reproducción e incubación del huevo, pierden de la tercera parte a la mitad del peso por la falta de alimento y el excesivo gasto de energía. Presenta a ambos lados del cuello una manta color oro anaranjado que se degrada hacia abajo. Es sin dudas fascinante, y nada más profundo que cualquier otro, hasta unos 550 metros abisales. Resiste una apnea de 22 minutos y es el único capaz de reproducirse en el frío más cruento del planeta Tierra.
Nunca se excluye la penitencia de la marcha en plenas tormentas de nieve, a fin de alcanzar un lugar estable y frío donde depositar el único huevo de cada pareja. A continuación, viajará incansablemente entre la colonia donde está el calor familiar y el pródigo mar que resulta fuente única de subsistencia.
En el extenso continente helado solo existen unos 40 sitios donde se reúnen los emperadores para esta operación vital, siempre lejos de los océanos.
Estos animales dependen de ese hielo para criarse y acoplarse, y se cree que les resultaría muy difícil adaptarse o emigrar si éste decrece a los niveles previstos.
El espesor de la capa de hielo, que se reduce aceleradamente por el efecto invernadero y los gases de contaminación, también influye en la abundancia de dos importantes fuentes nutritivas para los pingüinos: el camarón antártico y las especies de peces que se alimentan de él.
La supervivencia reclama y el instinto obliga a unirse. Pero ¿dónde?, si el mar se congela entre 100 y 200 kilómetros alrededor del continente. Debe marchar hielo adentro, con las barrigas llenas para soportar el frío y alimentar a la prole.
Aquí el océano repleto de ricos manjares, allá, al sur, la banquisa, desértica y estable. Entre ambos extremos el pingüino se corona varias veces andando por los hielos.
Pero si esa banquisa estable desaparece, se reduce o se vuelve vulnerable, qué será de la marcha, qué será del progenitor, qué de la nueva criatura, la única capaz de perpetuar la especie. Habrá que dar entonces la peor noticia para cualquier reino, el emperador ha muerto.