(aparecido en la revista BOHEMIA, Cuba, en enero de l987)

VOLAR SOBRE MOA

Casi todo es rojo mirado desde el avión. Las grandes llanuras terrenales son de un púrpura impresionante. Los techos están decorados con el color más cercano a la sangre. Un riachuelo  corre alocado entre las casas y arrastra una turbulenta e increíble agua escarlata. Solo el verde intenso de la vegetación escapa al instinto encarnado y fulminante de los suelos.

El avión desciende. Pasamos a unos yipis que pronto se lanzan a ásperos terraplenes. A los lados se dejan ver paisajes que anuncian interminables montañas. Llegamos. Nos acomodamos lo mejor posible. Y respiramos esa tarde el aire de un paraje de inaudita belleza que el natural de la región bautizó con el nombre de Farallones de Moa.

La impaciencia no puede esperar. A esa misma hora nos lanzamos montaña arriba. El atuendo de los expedicionarios consiste en uniforme de camuflaje, botas, cantimplora, cámaras fotográficas, woki-toki, binoculares y mochila con algunos utensilios y alimentos.

Cada cual avanza acariciando a su manera la ilusión de ver u oír al pájaro que protagonizó una noticia que primero dio la vuelta a la isla y luego al continente y al mundo. Pero la pesquisa resulta infructuosa: lo seguro, a esa hora, es que el ave dormía confortable en su hueco, después de una jornada de acuciosa búsqueda de alimentos. Regresamos ya con luna y estrellas sobre las cabezas. La esperanza se renueva y resigna hasta mañana.

PREGUNTAS EN LA OSCURIDAD

Hace días, leyendo la prensa, percibí una manera de comenzar este reportaje. Mientras iba de una página a otra, de un diario a otro, pasó por mi cabeza la siguiente idea: Estimula el hecho de que en la época de la carrera de armamentos, los video-casetes, los trasplantes de corazón, los bebé probetas, las computadoras, los vuelos espaciales, etcétera, algunos hombres se interesen y hasta conmuevan con noticias acerca de la localización o supervivencia de una especie de ave.

En otras palabras: el homo sapiens, absorto y atrapado por realidades técnicas y científicas, no olvidó del todo el entorno natural que persiste al margen de los encumbrados edificios y las ciudades cada vez más contaminadas donde labora, ama, procrea, investiga y vive cotidianamente. No nos hemos desentendido, es decir, definitivamente –me dije aliviado-, de nuestros congéneres del reino animal. Tampoco de las consecuencias que un olvido tal  acarrearían al hombre y al planeta donde se convive.

Trato luego de conciliar el sueño, apartando periódicos y apagando lámparas. Antes de sucumbir, varias interrogaciones encienden fugazmente sus luces ¿Es demasiado este optimismo? ¿No debiera el hombre, a esta altura, haber recorrido un tramo mayor hacia su reencuentro con el mundo natural y los recursos y portentos que nos legó una larga evolución?

¿Cómo todavía la prensa universal no dedica cintillos de importancia a los cotidianos sucesos ecológicos que amenazan el oscilante equilibrio entre los factores de supervivencia y muerte? ¿El interés por un ave es  muestra suficiente de que nos movemos en la dirección acertada y de que terminaremos por comprender, jerarquizar  el asunto, adoptar las decisiones y aplicar con rigor las medidas imprescindibles para conservar el sitio donde protagonizar nuestro destino de humanidad en expansión?

Otras preguntas rondan en la oscuridad, pero el sueño termina por imponer su agobio. Como otras veces, me rindo al reposo con una mezcla en el paladar de confianzas e incertidumbres.

INFORMA THE NEW YORK TIME

En su edición del 25 de mayo de 1985, Granma  (semanal) publica un servicio especial de la Agencia de Información Nacional  donde se confirma la existencia en las montañas orientales del Campephilus principalis. Incluye además un recuadro sobre la repercusión en Estados Unidos del acontecimiento. El texto dice:

El diario The New York Time en su edición del 5 día, informó sobre la localización en Cuba de ejemplares del carpintero real, ave que se creía extinguida en el planeta.

El periódico estadounidense expresa que el Presidente del Departamento de Ornitología del Museo de Historia Natural, Lester Short, declaró que los ejemplares de carpintero real
–macho y hembra– vistos en Cuba podrían ser los últimos en el mundo capaces de reproducir la especie.

El hallazgo de la singular ave en bosques de la zona oriental de la isla se realizó por una comisión de científicos norteamericanos y cubanos.


Short  –dice el matutino norteamericano–, junto a otros dos científicos estadounidenses, George Reynard y Jennifer Horne,  fue invitado a visitar Cuba en 1984 y realizó sus estudios este año en unión de los expertos cubanos Giraldo Alayón y Alberto Estrada.

El diario asegura que las autoridades cubanas cerraron los bosques donde localizaron los pájaros, lo que impediría las labores de corte de árboles.

“Esto les producirá un perjuicio económico –agregó Short–, pero los cubanos se dan cuenta de que pueden tener los últimos ejemplares de carpinteros reales que hay en el mundo”.

De acuerdo con el rotativo estadounidense, hasta los años 70 una subespecie de carpinteros reales vivía en el sur de los estados Unidos, y Short declaró que espera que pueda reproducirse dentro de 10 o 20 años si las autoridades cubanas dan su permiso.

¿QUIENES LO VIERON ANTES?

En el Catálogo de las Aves de Cuba, de Orlando Garrido y Florentino García, se apunta que en febrero de 1968 el primer autor contempló una hembra de carpintero real en las inmediaciones de Cupeyal. En 1970, el entomólogo Fernando sayas vio al Campephilus principalis al noroeste de Cupeyal. En 1973, el doctor Nicasio Viña  observó las interacciones sexuales de una pareja en las reservas de Jiguaní. En 1978, también el botánico alemán Bisse avistó al pájaro. Además, entre 1984 y 1985 varios campesinos de las zonas orientales del país lograron distinguirlo en las espesuras del monte.

Más reciente, en marzo 13 de 1986, a las 5:50 de la tarde, el biólogo Alberto Estrada divisó un carpintero real por vez primera en el curso de las expediciones (fue en la tercera). Luego lo verían Alayón, Short, Reynard, Jennifer Horne, investigadores del Museo de Historia Natural de Holguín, guías y guardabosques. Esas evidencias fueron un detonador y la noticia adquirió resonancia mundial.

ULTIMA FOTO

Un ornitólogo norteamericano, de apellido Tanner, fotografió por última vez a un carpintero real vivo en una zona de Louisiana conocida como la Comarca del Cantante.

Sucedió en 1939. Logró  la imagen de un pichón pozado en la gorra y luego en la manga del guardabosque que lo capturó.

EN TORNO A UNA MESA

Fue la noche en que leí el resumen de Granma que tuve  pensamientos agridulces y me rendí luego al sueño. Desde entonces, entre mis grandes ambiciones estuvo ir a esas montañas y subirlas también en busca de esa quimera moderna y cubana. Por tanto no fue nada difícil aceptar la invitación que hicieras poco tiempo después el compañero Jorge Santamarina (escritor y funcionario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros).

Al día siguiente nos reuníamos  en torno a una mesa donde se sentaban también Giraldo Alayón y Alberto Estrada, biólogos apasionados con el asunto. Santamarina, reciente, inspeccionando montañas, había tropezado con una pareja de carpinteros en un paraje próximo a la comunidad de Farallones de Moa. Los reunidos decidieron retornar allí, a la hoyada aquella, al árbol recién lasqueado y picoteado, con los propósitos desmesurados y febriles de fotografiar al pájaro y grabar su canto.

Conocíamos que desde hacía 47 años, nadie en el mundo lograba hacer una foto a los casi extintos carpinteros reales. Por esa razón cada uno cargó con cámaras fotográficas, telefotos y la secreta ambición de ser el humano afortunado que lograra de nuevo la imagen del evasivo  Campephilus principalis. A esta comisión inicial se unieron luego los camarógrafos Francisco Conejero (primero en el mundo en filmar al zunzuncito en su nido) y Mario Suárez, así como el dibujante e ilustrador científico Ottón Suárez.

La expedición voló hasta Moa, esa tierra enrojecida por sus suelos y llena de ardientes esperanzas.

ROL ECOLÓGICO

Giraldo Alayón, biólogo y único participante de todas las expediciones realizadas hasta ahora nos suministra varias importantes informaciones en el curso de animados diálogos.

“Los ornitólogos que estudiaron y estudian al carpintero real (CR)      –dice–   coinciden en que el ave vive en los límites de los viejos pinares y los bosques semideciduos (que cambian su follaje en el año) y que en ese entonces se mueve en busca de alimentos.

“El CR utiliza árboles muy viejos o moribundos al construir sus agujeros para el descanso o los nidos. Son huecos de unos 16 centímetros de diámetro y unos 30 de profundidad. Durante la noche reposan ahí y los abandonan bien entada la mañana.

“Según Tanner (a quien se debe la frase de que localizar a un CR es como encontrar una aguja móvil en un pajar), en el período de incubación la pareja ocupa un área de unos 15 kilómetros cuadrados. Para empollar (la hembra pone entre uno y cuatro huevos) la pareja se alterna: la hembra por el día y el macho durante la noche.

“Los pichones permanecen unos 35 días en el nido, aunque los padres siguen alimentándolos hasta los 120 días.  El pájaro joven continúa luego otros 4 meses más en las cercanías de sus padres. La longevidad del CR, en vida silvestre, alcanza hasta 30 años.

“El CR desempeña, sobre todo, un importante rol ecológico en los territorios donde habita: se alimenta principalmente de larvas e insectos xilófagos (que roen madera) y así higienizan árboles enfermos y evitan que la plaga se propague.

“El CR no solo se alimenta en pinares. Otros grandes árboles muertos, enfermos o débiles del bosque son descortezados y perforados durante su actividad alimentaria”.

SOCIEDAD PATRIARCAL

El biólogo Alberto Estrada, resulta también una fuente de abundante información:

“Al parecer –opina– en género Campephilus principalis gray se originó al sur del continente y de ahí se movió al norte. Algunos ornitólogos consideran a las poblaciones de CR de Cuba, México y los Estados Unidos (bairdii, imperiales y principalis)  como especies distintas. Actualmente se les tiene como una superespecie (especies con un antecesor común y que no obstante difieren tanto morfológicamente que no pueden ser consideradas una sola especie).

“Como el resto de los carpinteros, el CR parece vivir en una sociedad patriarcal. Quiere decir que si la hembra muere (durante el proceso de incubación) el macho puede echar adelante el nido. Pero si es el macho quien perece (y no hay macho relevo o sustituto) la hembra abandona el nido.

“Debo agregar, como detalle interesante, que entre los carpinteros existe una ceremonia ritualizada  para el relevo, durante la incubación. Si uno de los miembros de la pareja, a causa de la presencia humana y para no llamar la atención, prescinde de la ceremonia, eso es casi seguro causa de un agudo conflicto, pues quien recibe rechaza resueltamente al otro.

“Los CR son voladores muy eficientes por dentro de la vegetación y de ahí que nos resulte tan difícil su localización. Casi siempre se mueven bajo la penumbra del follaje y el ojo no experto, y hasta el experto, puede confundirlo con otros pájaros por su dimensión y color”

REMONTAMOS EL CULEBRA DE HACHA

Delante de mí, remontando el Culebra de Hacha, avanza Alayón. Un poco detrás y observando las márgenes del río, Estrada se adapta al ritmo de la expedición. Santamarina, con su curtida Canon y un telefoto de 300, atrapa cuanta belleza vegetal, mineral o animal se agazapa en los meandros de la limpia y murmurante corriente. En la cola, Conejero y Mario resisten el peso de sus máquinas y las mochilas hinchadas de películas de 35 mm a color.

Y allá, muy atrás, donde el Culebra de Hacha y el Ojito de Agua se unen y precipitan a un sumidero bajo la montaña, Ottón, fatigado por el asma, aguarda por el regreso de la comitiva. Nuestro destino inmediato es el tronco de un centenario pino que enseña el trabajo tenaz y reciente de uno o varios carpinteros reales.

Luego de vadear el mismo río en una treintena de ocasiones y remontar kilómetros sobre un pedregal que nos convierte en saltimbanquis, arribamos al famoso pino. El tronco, acribillado a picotazos y habitado todavía por miríadas de insectos y larvas taladradoras, es una ruina vegetal que se acerca al derrumbe.

Alayón explica, con lujo de detalles sobre la actividad alimentaria del CR. Cuando Estrada y Santamarina se suman a la conversación, las respuestas y las preguntas transitan en cualquier dirección. Nos ubicamos en un punto remoto de las cordilleras, en medio del paso cristalino del Culebra de Hacha, que se deja sorber, tragar, beber, por una tropa sedienta y extenuada.

Tras apostar sus cámaras, Paco y Mario filman el pino y sus alrededores. Es el séptimo día de la expedición y vemos cada vez más lejos la posibilidad de poner la mirilla de un lente sobre esa aguja móvil que se desplaza en un pajar inacabable.

CARPINTEROS DIFERENTES

Las diferentes especies de pájaros carpinteros que se pueden avistar en Cuba pertenecen a la familia Picidae (otras 8 familias no tienen embajadores aquí) y al orden piciforme. Las 6 especies representadas son: 1) carpintero real, 2) carpintero verde, 3) carpintero churroso, 4) carpintero escapulario, 5) carpintero jabado y 6) carpintero de paso.

El carpintero real (Campephilus principalis bairdii) ha sido considerado convencionalmente como una subespecie endémica. Es el de mayos talla, con una longitud que puede llegar a los 51 centímetros, el macho lleva su cresta de color rojo oscuro. Por el color blanquecino del pico le apodaron “pico de marfil”.

El carpintero verde (Xiphidioplous percussus), es endémico y se identifica con facilidad por el color verde del plumaje. No obstante, luce también el rojo, el negro, el blanco, el amarillo, el amarillo verdoso y el gris. El pico es azuloso. Puede medir hasta 25,5 cm.

El carpintero churroso (Colapses fernandinaes) es especie también endémica. Se trata de un ave que alcanaza hasta los 35,5 cm. Actualmente vive muy amenazado de extinción. El churroso, que en algunas regiones se conoce como aguas sucias, debe esos nombres a sus hábitos terrestres.

El carpintero escapulario (Colapses auratus) llega a crecer entre 30 y 33 cm. Cría en Cuba y se le encuentra en casi todo el país. El macho tiene la cabeza roja. Muestra además los colores gris, carmelita, negro, blanco, beige y dorado.

El carpintero jabado (Melanerpes superciliaris) se estira hasta los 30 cm. Se le considera el más abundante de los carpinteros que habitan el archipiélago cubano. Su cabeza es roja y en el plumaje de las partes superiores alternan las franjas blancas y negras de las que se deriva el nombre popular de “jabado”.

El carpintero de paso (Sphyrapicus varius) es migratorio (es decir, no cría en el país). Mide entre 20 y 21,5 cm. Se les puede ver en Cuba durante los meses de octubre a abril. Habita tanto en tierras bajas como en montaña.

INVENTARIO DE ENEMIGOS

El principal y más cruento enemigo del carpintero real es el hombre: él lo persiguió con saña y redujo de forma drástica sus hábitats.

Otro verdugo siempre peligroso es el gato cimarrón, a quien sin embargo se le dificulta la caza del ave.

Adversario de cuidado son el gavilán colilargo y el cao (semejante al cuervo), que a menudo lo desplazan de sus áreas de alimentación.

UN MISTERIO

¿Por qué –se preguntan los especialistas- no se escuchan nunca  los golpeteos (drumming) del carpintero real contra la madera de los árboles? Se percibe el canto, se observan sus estragos en el tronco de los árboles, pero nunca el tamborileo.

¿Por qué esa especializada discreción?

Puede deberse a hábitos alimentarios de la propia ave. O a misterios acústicos del bosque. Otras pudieran ser las razones. Pero sin dudas es una prolongada incógnita.

NOTICIA INESPERADA Y ADVERSA

En conversaciones con guardabosques de la zona, nos llega una noticia que consterna. Dicen, se proyecta una carretera de Moa a Guantánamo que pasa por Farallones y corta en 2 mitades el área donde se localiza el carpintero real. Los guardabosques aseguran que por allí cruzaron ya técnicos analizando y midiendo el terreno. De concretase el proyecto –opinamos en consenso–  estaríamos viviendo el comienzo del fin del Campephilus principalis.

Al final de la plática, y para tranquilizarnos, concluimos que el proyecto debe ser y será revisado. Luego proseguimos la búsqueda, tratando de olvidar el enojoso asunto.

El hecho de que esa mañana se reportaran dos claras y unívocas vocalizaciones del carpintero real, devolvió la confianza al excitado grupo.

ULTIMO REDUCTO

La Quinta expedición en busca del carpintero real escudriñó hasta la fatiga  las altas crestas y las profundas hoyadas montañosas. Cada atardecer se regresaba a los orígenes con la fatiga y la esperanza en las mismas mochilas. En una locación tal se podía aguardar cualquier deslumbrante suceso. El escenario, sin dudas,  impresiona cada vez: abundan  inmensas y mínimas espeluncas, verdes laderas, diente de perro,  dolinas, surgideros y resurgideros de ríos, bosques originales,  abras y  empinados y casi inconquistables farallones cársicos que dan fama al paisaje. Al final, un sol circular, una llamarada de fuego, nos despedía con cegadora lentitud. Mañana, quizás todo sería mejor.

Aquí, casi sin dudas –calculamos ilusionados– en algunos huecos, vegetales, encaramados a una altura de entre 6 y 20 metros, tiene sus agujeros de habitar y anidar el ave más amenazada de extinción del planeta. Este es su último reducto, luego de una triste contienda de siglos.

TERRAPLENES DE REGRESO

El domingo recogimos los bártulos y nos volvimos por los terraplenes de regreso. Nos llevamos las manos vacías, a pesar de las intensas jornadas. ¿Se escondió el ave, se esfumó, desapareció, jugó a los invisibles, arreció en su timidez, el miedo le borró los contornos y el color?

A esa hora recordábamos de nuevo  la archifamosa frase de Tenner acerca de una aguja móvil en el pajar. En los celuloides de las cámaras fotográficas acopiamos muchas imágenes, pero no la más codiciada. Es explicable, claro. Si el ave (cuya densidad poblacional debe ser ínfima: 2, 3 ó 4 parejas en miles de hectáreas) se dejara fotografiar por cuanto atorrante llega con una cámara al pecho, posiblemente ya no quedaría ni la ruina de un ala para servir de modelo.

Alayón comenta: -Un poco que intentamos cuidarlo nosotros y un poco que se cuide él…

Santamarina agrega:–…tal vez se salve el animalito.

Saltamos a los yipis y camiones. El planeta gira lentamente hacia la noche. Mucho se conversa de las responsabilidades contraídas por la población y los guardabosques de la zona, así como por las autoridades de las provincias de Holguín y Guantánamo. También mucho se discute sobre planes futuros.  Afuera y arriba brilla una luna nueva, con su antiguo color amarillo y la obligada redondez.

NOTA: algún tiempo después, este mismo autor informó al mundo una triste noticia. El artículo comenzaba así:

“Es difícil que 1993 no pase a la historia también como el año infausto en que desapareció de la faz de la tierra un ave mítica y de gran abolengo: el carpintero real. La cuenta regresiva de la especie comenzó a principios de siglo cuando fabulosamente, dice la leyenda, todavía se le podía ver cavando distraído, con su toc toc de picamaderos empedernido, en los postes del tendido eléctrico de la populosa y expansiva Nueva York.”

Y luego:

“Otras expediciones siguientes a la nuestra (la quinta),  llegaron a la conclusión de que la cifra de parejas de carpinteros reales descubiertas no rebasaba a 3 ó 4, considerada por debajo del nivel crítico”.

“Con la defunción, el inventario de la biodiversidad debe descontar una especie, una subespecie, una endémica (por reducción) cubana y sin dudas el pariente más vistoso de la familia Picidae. Se pierde además, un constructor de nidos de los que se servían otras aves y murciélagos para proteger sus propias crías y encontrar refugios eventuales, así como el gran devorador de larvas e insectos xilófagos que plagan a los grandes seres vegetales del bosque.

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Guest
Rey Becerra
March 11, 2016 4:45 pm

yo pude ver y gravar con mi telefono cellular el canto del carpintero real en la sona de Big Cypress Florida completamente conosco la disferensia del carpintero peliaris abundante en la mismo territorio